NO CULPES A LA LLUVIA: un comentario sobre el documental de Milli Vanilli

 


“Acá, en este caso, hubo una estafa visual. Y eso no se los toleré”. Así fue la opinión de un amigo mío cuando, hablando de música del recuerdo, saltó el tema de Milli Vanilli, aquel grupo que tuvo un éxito descomunal en el mundo y al arribar al complicado público de Estados Unidos fue casi como la Beatlemanía, aunque terminó de manera diferente a la carrera de los cuatro de Liverpool.

Esta semana me puse a ver el documental de Milli Vanilli, titulado originalmente sólo con el nombre del grupo, aunque en el mercado de la región le agregaron el subtítulo de “el mayor escándalo en el mundo de la música”, en concordancia con el infame mote de “el mayor fraude de la industria de la música”. Les aclaro que hay spoilers, así que si pueden verlo antes en Paramount Plus (en México, también por Claro Video), mejor. Aunque mucho no hay que contar, pero sí por descubrir.

En un principio, aclaro lo que siempre termino aclarando. Milli Vanilli es, para mí, una de las mejores bandas de dance pop de los últimos 40 años. Eran una bomba de tiempo sonando. Fue quizá el punto más alto en producción musical de Frank Farian, el legendario productor musical alemán que, entre otros éxitos, fue el creador de Boney M, el cuarteto vocal de música disco que se escuchaba en mi país hasta en las fiestas infantiles a finales de los 70s. Tras un comienzo del tipo “impacto”, con varias escenas editadas vertiginosamente, el documental nos lleva a Ámsterdam, la capital de los Países Bajos, donde vive Fabrice Morvan, una de las mitades visuales de MV. Él es el protagonista y narrador principal del documental, contando cómo se conoció con Robert Pilatus, su pasión por el baile y la exhibición en boliches. Una historia bastante parecida a la que fue la de Loco Mía, que comenzó como un grupo de baile en Ibiza y terminó siendo uno de los sucesos dance de fines de los 80s y principios de los 90s en nuestra región. 

ELIGE TU AJENA AVENTURA. El momento en que Rob y Fab firman con Frank Farian un contrato que, además de cambiarles la vida, se las iba a terminar estropeando. Sin managers, sin abogados, todo escrito en alemán... ¿qué puede salir mal?

Después de tener un discreto éxito como Extreme Bizarre, a través de un contacto logran conocer al mencionado Frank Farian. Visualmente Rob y Fab impactaban, y Frank, junto a su asistente Ingrid “Milli” Segied (de su apodo viene del nombre del grupo), deciden que sean parte del futuro proyecto musical del productor. Sin mirarlo, ambos firman un contrato que terminó siendo demasiado leonino para los dos post-adolescentes (ninguno de los dos llegaba a los 25 años). Y leonino, entre otras cosas, porque ellos no tenían que cantar. Ya tenían a varios músicos de sesión y coristas a quienes se le pagaba el día de trabajo y si te he visto, no me acuerdo. Y así fue que empezó la carrera meteórica de los dos muchachos, primero en Europa y luego cruzando el océano. El grupo sonaba, no bien, sino demasiado bien. Y con el aditamento de una imagen atractiva e impactante de dos bailarines, iba a funcionar aún mejor. No es algo que apareció en esos años. En Europa era muy común que alguien sea la imagen de un proyecto musical que era, en realidad, una banda fantasma, donde el creador y productor era, además, la voz líder. Así pasó con Boney M, donde su frontman masculino hacía la mímica de lo que cantaba en estudio Frank Farian. O en el famoso “disco Ibiza Loco Mía”, donde quien estaba frente a la cámara era un integrante y la voz era de su descubridor musical. O Plastic Bertrand en Francia. O Baltimora en Italia, cuyo “Tarzan boy” fue éxito en USA, pero no tanto como la polvareda que levantó Milli Vanilli.


En 1977, Roger Allen François Jouret, más conocido como Plastic Bertrand, prestó su imagen a la voz de su productor Lou Deprijck para "Ça plane pour moi", uno de los primeros éxitos que salieron de Bélgica y de los productores que luego se hicieron famosos como Two Man Sound y su clásico en los carnavales cariocas de los casamientos, "Disco Samba".

El primer indicio de que todo podía derrumbarse fue cuando Charles Shaw, el rapero original de “Girl you know it’s true” hizo caso omiso de las advertencias de Farian de mantener la boca cerrada. Sin un contrato específico y pagándole el día de trabajo, sumado también al ego natural que a uno le nace cuando algo es exitoso y quiere ser parte de ese éxito, al exponer en los medios la realidad del verdadero cantante, mínimamente lo trataron de loco al tipo. El segundo fue el famoso incidente cuando se les trabó el secuenciador en pleno espectáculo y el dúo escapó del escenario. Para ese entonces, Rob y Fab estaban presionados por el éxito y hastiados por semejante farsa. Pero la fórmula “músicos de sesión + dos bailarines como frontman” estaba funcionando y mucho en el difícil país del norte. Todos iban esquivando el bulto hasta que el representante del grupo los inscribió en los Grammy como grupo revelación. Casi lo ahorcan al tipo. En los Grammy todos los nominados suben al escenario a cantar en vivo. Y no solamente hicieron su clásico playback, sino que también ¡ganaron el premio! Allí la “Milli” cuenta que “adornaron” a casi toda la comitiva de ese, hasta ese momento, distinguido premio musical para que el dúo que en realidad era grupo (también en el sentido lunfardiano de la palabra) sean los hombres de la noche. Fue una inversión monetaria que terminó sepultando la credibilidad de los “Oscars” de la música.


DEL ÉXTASIS A LA AGONÍA. El momento de la consagración de Milli Vanilli con sus dos Grammys y en el que, conferencia de prensa descontrolada de por medio, los tuvieron que devolver. Eso sí, desde ese instante los Grammys dejaron de ser la reputada institución premiadora de la música ya que, para que el dúo esté en ese evento, la disquera y sus representantes sobornaron a casi toda la comitiva del premio. Miren si hubo "diegos" que hasta los premiaron...

Y desde ahí empezó el descontrol. El mismo Fab da testimonio de cómo lo ningunearon al mismísimo Paul Mc Cartney, de cómo se pasaron de fafafa esa noche y las noches siguientes, de cómo se agrandaron como galleta en agua por el éxito alcanzado esa noche de Grammys. Y antes que le explote todo en la cara, ante el rechazo de grabar con las voces de Rob y Fab un segundo álbum, el mismo Frank Farian rearma el grupo como “The Real Milli Vanilli”, descartando por completo al dúo de amigos bailarines, diciendo en una conferencia de prensa que ellos no cantaban. La ahora banda tuvo muy buena respuesta en Europa, pero ya en USA no los podían ni ver después de la conferencia de prensa que dio el otrora dúo, donde los periodistas se hicieron un festín destrozándolos. Eran la cara visible del fiasco. Quienes tenían que haber dado la cara fueron los directivos de Arista Records y el mismo Farian, pero todos marcaron mutis por el foro. Mientras Fab Morvan seguía remando en dulce de leche por estar en el ambiente musical, Pilatus entró en una vorágine de depresión y adicciones que acabó con su vida en 1998. “Milli” fue quien lo encontró tirado en un cuarto de hotel. A pesar de los destratos de su descubridor, ella fue quien lo cuidó después que el proyecto Milli Vanilli se derrumbó. Quien se rescató fue Fab. Tras varios intentos por difundir su propia música, hoy día sigue en los escenarios cantando los clásicos del dúo (con su propia voz, claro) y vive en Holanda con su esposa y sus cuatro hijos. Tanto Frank Farian como Clive Davis no participaron en el documental. Uno, el creador del grupo, por tantas razones. El otro, fundador de Arista Records, el sello que trajo MV a USA, seguramente porque ya tiene 91 años, aunque sigue en actividad. 

Dos que vivieron el fenómeno y el derrumbe del mismo. Fab Morvan, la mitad del dúo que terminó siendo un ejemplo de resiliencia continuando en el mundo de la música y formando una familia en Holanda e Ingrid “Milli” Segied, la ex secretaria y ex pareja de Frank Farian, el descubridor de ambos bailarines y quien creó el concepto Milli Vanilli

Algunos detalles que quedaron afuera del documental: si bien mencionan, con el testimonio de su productor y todo, el álbum “Rob & Fab” hecho tras el escándalo (apenas llegó a vender en todo el mundo 2000 ejemplares), no se menciona el proyecto “Face meet Voice: The Milli Vanilli experience” donde se unen Fab y John Davis, la voz original de “Girl you know It’s true” que dejó de estar entre nosotros hace unos años, evento que ocurrió durante la década pasada en Alemania, donde nació el proyecto. Otro detalle nada menor fue el ensañamiento para con el dúo, entre tantos otros, de Arsenio Hall, el famoso animador de televisión que no paraba de hacer bromas pesadas a MV tras el escándalo de los Grammy (pero que los recibió en uno de sus programas cuando fueron el efímero duo “Rob & Fab”, en fin...). Arsenio recibió con bombos y platillos a Martha Wash, la voz del hit de C+C Music Factory “Gonna make you sweat (Everybody dance now)”, un grupo que, al igual que Milli Vanilli, puso una modelo estilizada frente a las cámaras, pero con la voz de Wash. Eso, para el público norteamericano, no era merecedor del descomunal berrinche que le hicieron a Rob y Fab. Son paisanos. Son “brothers”.

Después, en la parte donde aparece “The Real Milli Vanilli”, los músicos y las coristas de sesión se quejan porque tampoco aparecen ellos frente a cámara. ¡Pusieron un par de modelos también ahí! Pero sí aparecen tanto la voz cantante como la del rapero original en el video de “Keep on running”, para mí, de los mejores temas del grupo.

 

Este video es único, ya que se muestran dos presentaciones de la misma canción con distinta formación; el primer Milli Vanilli y The Real Milli Vanilli. Curiosamente, entre una presentación y otra, apenas pasó un mes.

El caso Milli Vanilli replanteó de una manera enorme la forma de hacer música comercial, en tiempos donde aún el formato físico era imbatible. Hoy en día a la gente se la engaña pero de manera distinta, con centenares de artistas abusando del auto-tune. Pilatus y Morvan fueron el chivo emisario de varios mecanismos de engaño y corrupción en la industria musical que no se hubieran sabido si no fuera por cómo terminó esta historia. Lo de los fans decepcionados como novia despechada, rompiendo discos y haciendo un berrinche similar a cuando se apagó el auge de la música disco, terminan siendo anecdóticos. Desde tiempos inmemoriales se sabe que a los medios les mide mejor una derrota que una victoria, a menos que sea un Mundial. Por ahí leí que si Rob Pilatus hubiera seguido vivo y el dúo se reformulara, la gente se hubiera reconciliado con ellos, no sólo porque los tiempos han cambiado, sino porque nunca se escondieron; en el caso de Fab, nunca dejó de hacerse cargo de haber sido parte de ese “engaño”. A tal punto fue el destrato que recibieron ellos dos que Frank Farian volvió a las listas americanas con otra creación: No Mercy. Su tema “Where do you go” fue un éxito a mediados de los 90s, llegando al número 5 del mismísimo Hot 100 que cobijó en la cima a Milli Vanilli tres veces. Todos compraban a No Mercy, no a su productor. Nadie duda de la capacidad de producción musical del alemán, con sólo escuchar el sonido que le dio a Milli Vanilli o lo que hizo con el supergrupo Far Corporation a mediados de los 80. Solo que después del escándalo, de conocer cómo son sus métodos para “fabricar” un grupo y tras el éxito de No Mercy, su fama empezó a languidecer, convirtiéndose hoy día en un paria de la música, escondiéndose hasta para dar testimonio de su propia creación.

El documental, exageradamente calificado como “para mayores de 16 años” y con el cartel de “contiene escenas a las que se recomienda discreción” ya que no contiene nada “perturbador” salvo algún que otro lenguaje demasiado coloquial, intenta cerrar un poco lo que fue la historia del grupo y todo el lío que se armó cuando la fama se les fue de las manos a todos. También nos deja un gran recordatorio: la música debe ser recordada como lo que es, no como lo que parece. Y otro más: ¿no se habían dado cuenta que dos bailarines no tocaban todos los instrumentos? En la música, al igual que el amor, es fácil idealizar.