Y NO SE NOS FUE DE REPENTE: el fin del Suplemento Sí y cómo nos enteramos meses después


Era un ritual. Tomarme los viernes por la tarde-noche el colectivo de la Ruta 200 (un recorrido que ahora se podría hacer caminando un poco) y hacer dos kilómetros y medio al único kiosco de revistas más cercano sin ir hasta el centro de Merlo, en el kilómetro 34 y medio. Era comprar el Clarín y no leerlo tanto como sí leer su suplemento joven. Leer el Sí era un ritual. Un ritual económico, mucho más barato que comprar las revistas especializadas en rock y cultura joven, que salían una vez a la semana o cada quince días. Pero había algo muy particular en ese suplemento, además de ser el primero en su tipo en la historia de los periódicos en Argentina. El Sí logró acelerar los tiempos de la información del género. Y aún faltaba para que aparezca la tremenda inmediatez de Internet y las redes sociales, las mismas que firmaron el acta de la lenta defunción de un medio como el "suple", como se lo impuso como apodo familiar.