UN MUNDO DE ILUSIONES: la increíble historia del "magnate" Max Higgins y los errores de ser tu propio asesor de imagen.


De vendedores de ilusiones, estafadores, vendehumos o estrellas de 15 minutos hemos disfrutado y padecido (según del lado en que estemos) miles de veces. Pero el caso de Emile Maxim St. Patrick Higgins es quizá el más resonante por el hecho que de lejos se notaba que todo era una burbuja a punto de explotar.



De la noche a la mañana, Max Higgins se presentó como un empresario e inversionista muy importante, lleno de contactos financieros y una apariencia de hombre de negocios muy reconocido. Desde que apareció el "arrepentido" Elaskar en la tele diciendo que "no hay gente en la parte de negocios que pase desapercibida" porque la idea es que no sea así (en referencia a Leonardo Fariña que hacía operaciones con billetes de 500 euros en efectivo, que es como ir con una bolsa negra de las de consorcio con plata y comprar un auto, o sea, poco disimulable y dudoso), muchos terminamos de aprender qué pasa cuando la limosna es grande, cuando te viene alguno a "salvarte el agosto" con una inversión de la que al final te terminás haciendo cargo vos, como le pasó a Bonifatti Carlos Teodoro en la película Plata Dulce, cuando lo garcó Arteche, su ex compañero de servicio militar.

De la noche a la mañana, Max Higgins compró un inmenso terreno en la localidad de San Pedro y puso un cartel de "aquí se construirá el WALT DISNEY MUNDO", un parque de diversiones temático a lo Walt Disney World pero con un detalle demasiado enorme: los propietarios de la marca Walt Disney ni estaban enterados del uso ilegal de su nombre.

El noticiero históricamente sensacionalista America Noticias hizo un jugoso informe sobre quién es este morocho. Lo tiene todo: un cronista con un muñeco de Mickey, un plano a una fogata al mejor estilo José de Zer confundiéndolo con el aterrizaje de un ovni y un pésimo chiste de Guillermo Andino antes de la pausa.



Todo eso pasó en el 2007, mientras organizaba un reality show que ni siquiera estaba vendido a un canal de TV: World Football Idol, donde al mejor estilo "Camino a la Gloria", el reality de lo que fue CuatroCabezas (hoy Eyeworks), buscaba al nuevo ídolo del fútbol argentino. Como casi todos los realitys, nunca se sabe qué fue de la vida de su ganador o si hoy día está jugando en la 5ta. categoría del regional pampeano, como mínimo.


La final del evento se hizo en Mar del Plata, con Diego Maradona y Sergio Goycoechea como conductores/padrinos/traductores de Higgins, Gloria Gaynor, Soledad, Duran Duran y Los Nocheros como números musicales y el mismísimo Max Higgins de capa y corona como "el rey del entretenimiento". Todos se preguntaban "¿quién era ese morocho?" mientras se contestaban "no importa, paga todo él".

El ganador de esa fase se llevó apenas una camiseta firmada por Maradona. Las finales, a fines de ese año, jamás se hicieron. De hecho la página web oficial del proyecto-reality-pónganle-el-nombre-que-quieran no funciona y te redirecciona a una paupérrima plantilla de Wordpress en japonés que habla de viajes y turismo, donde a lo último figura la leyenda "cuenta cancelada".

Pero no fue el único humo que vendió este simpático y aún ignoto (¿alguien se acuerda de él, además de los sampedrinos que esperan su Disney local?) jamaiquino. A mucha gente en Jamaica, Inglaterra y Estados Unidos la estafó con el maquiavélico "Esquema Ponzi" donde vos me das una suma grande de dinero, pagándotela al 10% mensual, quedándome con el capital inicial y usando después eso para ir devolviendo la guita. Bastante parecido ese esquema al de la famosa "pirámide" donde yo pongo 100 pesos, busco tres personas mas que pongan 100 pesos de mi parte (la punta de la pirámide) esas tres buscan otras tres cada una y así hasta completar la base, llevándote 30000 pesos a lo último. El drama es que llegaba un momento que no conocías al resto de los "ladrillos" de la pirámide y si uno de ellos no ponía plata, tu pirámide se cae y perdiste, como mínimo, 100 pesos (o por ahí, algunas amistades). La cosa es que con el "esquema Ponzi" una estafa puede llegar a ser muy fácil de lograr si se tiene la cara para pedirte un millón de dólares y prometerte un 10% de interés que en la total práctica es inviable. En esta web explican mejor cómo es ese esquema (no intenten hacerlo en sus casas).

Ni poniendo la cara en los avisos se puede creer lo que promete un aviso bilingüe
de esta clase. No hay dirección; solo mails y un teléfono.
Y la historia de Higgins y Ponzi, con el tiempo, terminaron siendo muy parecidas, incluso también a la del financista Bernie Maddoff. Los tres, tras este tipo de estafas terminaron en la cárcel. Excepto Madoff, que aún está tras las rejas, el padre de la criatura (Ponzi) y Higgins terminaron en la extrema pobreza. Con el condimento de que Max quedó mal de la cabeza viviendo en un túnel cerca de Aeroparque en Capital, viendo ovnis por todos lados, reconociendo que le retienen su dinero y volviendo a hablar de los ovnis (algo ideal para un noticiero como el de America 2, que estará toda la semana con eso en vez de informar que balearon a un remisero en Guernica o punguean en Once, por ejemplo). Lo loco es que hace apenas cinco años el tipo iba a invertir miles de millones de dólares en el país con proyectos del primer mundo y programas de TV que hasta el mismísimo Don King envidiaría. O sea, loco, como ahora, no estaba.



Pero el punto de este artículo no es precisamente la asombrosa historia de este morocho que de ser un financista pasó a vivir en una usina eléctrica abandonada, sino para remarcar el grueso error del que caen muchos de estos personajes en el momento de venderse. A veces resulta inconcebible que teniendo tanto dinero disponible no puedan contratar como mínimo un recién egresado de la carrera de publicidad o marketing para saber promocionarse. Es gente en su mayoría que pretenden hacer todo ellos, no sólo por capricho sino porque piensan que saben. "Yo puedo hacerme una página de internet", te dicen, y terminan haciéndola en Webnode o Wix que serán gratuitos pero te inundan todo con publicidades propias o ajenas, sumado a que utilizan entornos en Flash, que son muy dinámicos pero que no funcionan en celulares o tablets. "Yo puedo armarme una radio", y cuando programan el Zara ponen siete temas seguidos y, cuando se acuerdan, tres separadores pegados uno con el otro. "Yo voy a hacer un parque temático de diversiones" y sos tan animal de ponerle el nombre de Walt Disney sin siquiera pedirle permiso a sus propietarios. El amigo Max quiso hacer (creemos que sin saberlo) la de Beto Carrero, un "entertainer" brasileño que montó su propio parque de diversiones en su Brasil natal, pero lógicamente un nombre como Walt Disney es más conocido que ponerle a algo "Max Higgins Park". Detalle: el "Beto Carrero World" tiene los derechos de los personajes de Disney.

¿Alguien puede confiar en un cartel hecho casi en Word?
Fondo blanco, predominación de gris, letras minúsculas y mal distibuídas...
Y para colmo, al costado de la ruta donde sí o sí te tiene que atraer.
El logo del frustrado World Football Idol, como pueden ver encabezando esta nota, por más que le ponga movimiento el trailer, no se distingue a la distancia y no se aguanta una impresión en menos dpi. Se notaba que fue hecho casi a las apuradas y el muy buen trabajo de edición de la productora argentina Ser Cosmopolita compensa bastante la falta de identificación de un reality que apenas llegó a ser un evento del que se habló sólo en la semana que ocurrió.



Otro ejemplo de logo que se pierde en la lontananza fue el del "Walt Disney Mundo SA, Inc.". Ya arrancamos mal con el nombre. O es SA (Sociedad Anónima) o Inc. (Incorporated). Eso quizá no se note tanto como el entender los leones, la cara de Max al costado y una montaña rusa, todo dentro de un escudo verde ¡¡y gris!!



Pero si de imagen personal hablamos, la de Max en un avión con un gorrito Gath & Chavez, fajos de billetes, el Wall Street Journal al costado y una copa de champagne... No sé, eso sería exitoso décadas atrás, pero los tiempos cambiaron y bastante.



Vaya uno a saber cómo terminará la historia de un millonario que terminó mendigo y loco. Vaya uno a saber si es una estrategia para zafar de los cientos de deudores. La cuestión es que cuando vean un cartel dudosamente realizado en la web (como el de acá abajo que usa una foto con un bruto sello de agua) o en medio de la ruta, desconfíen naturalmente.