En los primeros días
de junio, la locomotora “La Emperatriz” cruzó su natal Canadá, Estados Unidos y
México, llegando por muy pocos días a la capital, para luego volver al extremo norte
del continente. Ni siquiera una semana para exhibirse quedó una leyenda de los
trenes que estaba cumpliendo su último viaje, debido a que grafitearon una
parte del convoy. En el estado de Hidalgo, una chica llamada Dulce Alondra García Hernández se
quiso sacar una selfie al momento de pasar la formación, pero en un acto de
explícita imprudencia, se acercó demasiado a las vías, la locomotora golpeó su
cabeza y le quitó la vida de manera instantánea. Todo esto delante de su hijo,
de decenas de personas y de una cámara que grabó todo. El video, espeluznante
por donde se lo mire, se desparramó por cuanta red social aguante algunas horas
de no censura. La noticia salió en los medios más importantes de México, pero,
así como llegó, se fue, como pasa generalmente con las noticias. Lo de las “selfies
imposibles” no es una de esas modas como el “bucket challenge” o el bailecito
de moda en tiktok. Cada tanto aparece alguien que muere por tomarse una selfie
cerca de un precipicio o practicando parkour arriba de una torre de luz.
Arriesgar la vida por una decena de likes es ridículo de acá a la China. Pero
también lo es golpearse el pecho con comparaciones tiradas de los pelos, sólo
para sentar una posición. Eso, creo, fue lo que hizo el reputado periodista
mexicano Francisco Zea en su editorial televisiva.
PACO CAMORRA
Francisco Zea Rojo es conocido por sus editoriales de lenguaje extremadamente
coloquial y adjetivista, lo que lo hace muy seguido en las redes sociales y más
aún en Youtube, donde se pueden ver sus opiniones sin tener que madrugar para
verlas en vivo. No dudó en decirle al impresentable influencer “Fofo” Márquez,
hoy preso por golpear a una mujer en un estacionamiento, “mamila huevón” (hijo
de mamá y haragán). O cuando ese noticiero hizo un informe sobre el último
vagón del Metro capitalino, donde ocurren actos indecentes a altas horas de la
noche, dijo que a la autoridad del servicio de transporte público “le vale madres”
(les succiona o uno o el otro). En el resto de Latinoamérica es conocido por
ser el conductor de “Cam Alert, captura exitosa” del canal A&E, donde
relata hechos policiales captados por cámaras de seguridad, casi como si fueran
partidos de fútbol. Esos programas se ven en horario central, a diferencia de
su noticiero que arranca al imposible horario de las 5:45 de la mañana, como
casi todos los matutinos televisivos de México.
Paco Zea atendiendo al "Fofo" Márquez, el "influencer" millonario que golpeó a una mujer en la vía pública, entre otras animaladas.
En su editorial sobre la muerte de Dulce Alondra, externó su preocupación por estos accidentes evitables de las selfies en lugares de riesgo, muchos de ellos en el ámbito local. No le dijo “ridícula” o “estúpida” por respeto a la pérdida física, pero sí aprovechó para usar esos adjetivos hacia los candidatos que perdieron las elecciones, según él, por “depender de las redes sociales” para captar votos. A Xóchitl Gálvez, que salió segunda, la tildó, sin nombrarla, de tener una “sonrisa vacía y sin propuestas”. Pero fue mucho más lejos con Jorge Álvarez Máynez, que salió tercero, aún más lejos que Xóchitl, a quien también, sin nombrarlo directamente, le espetó un “estúpido fosfo fosfo” (lo de “fosfo” es por el color naranja casi flúo identificatorio del partido político que gobierna dos de los tres estados más grandes del país). En síntesis, Paco Zea afirma que las redes sociales no sirven para nada, que no se ganan elecciones con el video de moda. Sólo le faltaba decir que la ganadora de la presidencia, la populista Claudia Sheinbaum, no usó las redes sociales para ganar, algo demasiado incomprobable sabiendo de la inmensa granja de cyber militantes que generaron en estos años, llamada “Red AMLO”. A ella, Paco ni la nombró. La luna de miel con la nueva gestión, empezó bastante más temprano para algunos comunicadores.
Paco Zea, en su bastante acertada crítica al "adolescentrismo" y el hambre de likes de muchos, aprovechó para ¿regañar? a quienes no ganaron las elecciones, por más redes sociales que hayan usado. Lo que no cierra de la opinión del periodista es que las redes sociales garantizan, bien o mal, una exposición que, algo transmitido minutos antes de las seis de la mañana en televisión abierta, no podría tener nunca.
VAMOS POR TODO
En parte es cierto. Las redes sociales no te garantizan ganar una elección como
le sucedió a Barack Obama, pero te garantizan exposición. Una exposición mucho
más barata que el merchandising que regalan en cada acto proselitista. Y no sólo exposición,
sino también recordatorio. No es casual el logo con una X encerrada en un
corazón rosa o el machaque de “somos la nueva política” en letras de molde
blancas y fondo naranja. Algo que el partido ganador (y que gobierna México
hace 6 años) ni se calentó en hacer porque preparaban la famosa “elección de
Estado”. Mientras que a Xóchitl le cuidaban la imagen de una manera impecable,
a Claudia ni siquiera se la emparejaban. En unos afiches de un partido aliado
salía brutalmente photoshopeada, mientras que, en otro, salía con un montón de
arrugas. Agarraron una foto de un acto con ella aplaudiendo o levantando el
puño y la pegaron en el afiche. Ni se preocuparon por invadir de carteles las
principales avenidas y autopistas. Eso lo hacían los candidatos locales. La “elección
de Estado” consiste en usar todo el aparato gubernamental para renovar su
gestión, no sólo con asistencialismo y control comicial, sino también con operaciones políticas a
días de las elecciones, como condenar a perpetua a la hermana de la candidata
opositora o blanquear la “borocoteada” de dos importantes dirigentes opositores
al lado del oficialismo, provocando la indignación de sus ex votantes y su
correspondiente golpe de timón al meterse al cuarto oscuro. El resultado fue
penosamente demoledor: a diferencia de las encuestas que le daban 15 puntos de ventaja, el
populismo de izquierda renovó por otro sexenio con casi el 60% de los sufragios,
a 32 puntos del segundo lugar, y ganaron en estados donde su gestión fue
desastrosa y cercada por la violencia y el crimen organizado. Entonces, ¿qué
fue lo que votó la gente de manera masiva? La tranquilidad de que la economía
no se derrumbó ni con la pandemia ni con Donald Trump, el “la mía sigue estando”.
Eso es posible en un país gigante como México, donde la iniciativa privada
siempre fue el motor del país, donde hasta Elon Musk va a poner su fábrica de
autos. Como la China comunista, pero a la vez capitalista. Cuando el dinero
deja de estar, cualquier gobierno deja de existir. Le pasó al PRI, que, tras
gobernar décadas, perdió popularidad durante la crisis económica de los años
90, dando comienzo a un período de alternancia en el poder impensado hasta esos
días.
EL PEINE Y LA
FOTO
Francisco Zea aprovechó el lamentable suceso de la selfie del tren para plantar
bandera editorial con la referencia (por no decir excusa) de “la voluntad popular”,
pero también ensayó una autocrítica por el uso de las redes. Hace unos años, su
casamiento con una modelo fue masivamente expuesta en medios y redes, algo que
despertó curiosidad ya que, hasta ese momento, el periodista tenía un perfil
bajo importante en lo que es su vida privada. Era algo muy loco ver cómo Paco
despotricaba contra las redes sociales o por su uso, da igual, y abajo a la
derecha aparecían las redes oficiales de él. En su afán de querer matar al
mensajero, parece haberle dado una zancadilla a ver si se cae. Cometió el error
de generalizar la forma y no cuestionar el fondo. Yo, en lo personal, puedo
cuestionar los polémicos contenidos de muchos podcasts, ahora que está muy de
moda ese formato, pero no por eso voy a decir “dejen de hacer podcasts,
estúpidos”. Las tendencias, el “tren del mame”, como le llaman por estos pagos
a la noticia del momento engordada por la opinión social, duran menos que el
verano indio. Hoy la noticia es una transición presidencial que no lo es tanto
porque se quedan los mismos. Ayer fue un accidente que pudo haberse evitado. En
tres años la gente va a votar tan distinto como hace tres años atrás (ni
pensemos lo que será el mundo dentro de seis, con una nueva década comenzando).
Los formadores de opinión piensan hoy de una forma y puede que mañana de otra,
sea por convicción, "deconstrucción", arrepentimiento, oportunidad o materialismo. Ayer todos
odiaban a los yanquis porque dos turistas se quejaron del barullo de las bandas
en vivo en las playas de Mazatlán. Hoy, hasta arreglaron horarios de “tocadas”
y el tema se olvidó. Mientras unos festejan que “el pueblo bueno” va a tener
seis años más de populismo de izquierda, otros se lo van a tener que fumar.
Vaya uno a saber cómo pensaremos mañana o qué editorial hará Francisco Zea. Lo
cierto es que el mundo no para de moverse y las redes sociales, según cómo se
usen, terminaron siendo (y seguirán siendo) el archivo más preciso y anárquico que se haya
inventado. Ellas no son sólo una selfie que terminó en desgracia, como una
editorial periodística no es la opinión de una mayoría. A veces es al revés:
los medios justifican el fin.