Realmente eran
otros tiempos tecnológicos. Todavía estábamos usando mensajes de texto, correo
electrónico y de a poco emergía el Messenger durante 2004, cuando Fernando
Sanz, alias Cypher en el mundo de los sistemas, creó un foro de discusión con
un nombre muy particular y rozando cualquier albur: Taringa, un nombre de
fantasía, pero que también es el de una localidad australiana.
La idea, que poco más de dos años después fue comprada por Alberto Nakayama y los hermanos Matías y Hernán Botbol, fue hacer un foro donde todos puedan participar de manera fácil, intuitiva y de la forma que deseen, ya sea con nombre y apellido o anónimamente. En pocos años, cientos de miles de usuarios de toda la región hispana publicaban algo en particular y los mismos lectores les daban puntos para subir de nivel y tener más “accesos” a lo que ahora ya parecía un portal de noticias que se iba actualizando solo. Todo estaba tranquilo hasta que empezaron a aparecer películas en estreno para bajar, software, libros, discos en mp3… y ahí la cosa explotó.
Así lucía Taringa en sus primeros años, casi como una guía telefónica. Cuando los hermanos Botbol la compraron, empezó el despegue a partir del libre compartimiento de material, incluso con derechos de autor. Llegaba el éxito y los sponsors. La "foto empresarial" de los tres dueños con cara de feliz cumpleaños, lo decía todo.
Era poner en Google “discografía de tal” y “Taringa” para que aparezca automáticamente lo que se haya subido. Eran los tiempos dorados de Megaupload (hoy Mega) y del JDownloader, un software que te hacía el trabajo de bajarte los archivos particionados de manera automática, tomándose el trabajo de esperar los segundos que había que esperar para que el archivo se habilite. El tráfico de esa web voló por los aires y gracias a su difusión en los medios grandes (los de TN Tecno casi eran padrinos de Taringa) y hasta de tener sponsors como Axe y Nokia, el foro alcanzó niveles astronómicos de popularidad en toda Latinoamérica y España. Y así fue que, parafraseando el famoso dicho de El Hombre Araña, a mayor poder, mayor responsabilidad. Y había que hacerse responsables de tamaño suceso en base a lo “ilegal”, a la piratería, la principal razón de ser del éxito de Taringa.
En mayo de 2011, la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y Correccional de Argentina demanda a los propietarios de Taringa por ser partícipes necesarios de la violación de los derechos de autor de varias editoriales demandantes. No pasó un año que, a cambio de levantar todas las publicaciones de usuarios que tengan un link para bajar un libro en PDF y, desde entonces, prohibir la difusión de ligas para bajar gratis esos contenidos, se levantaron todas las denuncias y Taringa siguió con vida, pero ya no como lo que era, sino como una nueva red social, en un momento en el que Facebook ya estaba en la cúspide, Youtube ya era el referente en lo que es subir videos, empezaba a pisar fuerte el Whatsapp (ya se estaba despidiendo el Blackberry Messenger, por ejemplo), el Instagram era mucho más dinámico y aparecían otras redes de comunicación. Que Taringa se convierta en otra más, sonaba a manotazo de ahogado. Como dije más arriba, la razón de ser de ese foro, que fue su éxito, ya no existía más, y con él, sus usuarios, que empezaron a abandonar lentamente sus cucardas de “full user” o, mínimamente, de ser “taringueros”.
INCEL INSIDE
Para 2014, ya pasado el susto de las demandas, la ahora red social Taringa venía con novedades, como un nuevo
diseño y la geolocalización, que permitía subdividir los contenidos según donde
se esté navegando, por ejemplo, contenido peruano si estás en Perú. Pero la que
más se destacó es la catarata de memes y apodos que inventaron los usuarios de
la guardia vieja y que seguían poniéndole fichas virtuales al ahora ex foro. El
más conocido, que reemplazó al hiriente “virgo”, es “lince” que es un medio
anagrama de “incel” la abreviatura del inglés “involuntary celibel” o “célibe
involuntario”, alguien que quiere tener una relación con otra persona, pero no
puede o no le sale. Con la caída en popularidad de Taringa, que tuvo un leve
repunte al aparecer su última versión, esa comunidad de “inteligencia
colectiva” terminó siendo casi como una secta de amigotes, haciéndose bromas
entre ellos y acordándose, la mayoría de las veces no muy bien, de los hermanos
Botbol, los segundos dueños de Taringa, que terminaron vendiendo a otro grupo
de inversionistas, aunque aún seguían teniendo participación accionaria y de
desarrollo.
Un emprendimiento como Taringa, que en 2009 valía 20 millones de dólares, lo terminaron vendiendo en menos de la quinta parte de ese valor. De nada servían las muy interesantes historias que se han suscitado en las publicaciones de esa web, como el lutier que le fabricó un bajo a Paul Mc Cartney y se lo entregó en persona, o el matrimonio que mostró el paso a paso de cómo construyó su casa con material reciclado, o Federico Álvarez, el realizador uruguayo que en 2009 hizo “Ataque de Pánico”, un impactante cortometraje con efectos visuales que hicieron que lo llamen desde Hollywood, donde actualmente sigue haciendo carrera. Y tampoco la guerra que le declararon sus usuarios a 9gag, un Taringa nacido en USA con más años de experiencia, invadiendo sus publicaciones. La respuesta, viniendo de un foro donde había gente de Sistemas, fue voraz: hackearon Taringa varias veces y la deshabilitaron para funcionar por horas. No fue la única vez. En 2017 les robaron datos de millones de usuarios. Todo parecía indicar que era el fin de Taringa, pero había otra carta más por jugar. Que ya la habían empezado a jugar hace un tiempo, pero ahora, la “profesionalizaron”.
"Ataque de Pánico", el magistral cortometraje uruguayo de ciencia-ficción realizado en 2009, fue presentado en exclusiva a través del usuario de su creador, Fede Álvarez. La difusión que tuvo, sumado a que Taringa era un sitio casi tan visitado como Google, hizo que el realizador consiga trabajo en varias producciones de Hollywood y su productora, Aparato TV, empiece a tener trabajos muy fuertes en el mundo audiovisual.
NO SE PUEDE VIVIR DE LOS POSTS
En 2019, Taringa es adquirida por IOV Labs, un emprendimiento de “blockchain”,
término muy ligado a las criptomonedas, que en ese tiempo estaban invirtiendo
mucho dinero en “el mundo”, como dirían los creyentes y religiosos. Fue así que
se empezó a pensar en un nuevo Taringa, con una app para hacer publicaciones y
que, si las mismas tienen éxito y muchos comentarios, se les pagará con…
criptomonedas. La app tardó tres años en salir oficialmente al ruedo y fue un
fracaso. Muy difícil de entender, tanto como el mundo crypto, con una sección
de FAQ que realmente te mareaba… Ese fue el golpe que presagiaba el final, no
solo de Taringa, sino de toda una época. En la web oficial, tras varios
intentos de re-empatizar con el público que se fue y el poco que quedaba, con
varias secciones como Taringa Shouts (un twitter taringuero), Taringa Music,
especializado en nuevos valores sonoros, que duró muy poco al aire porque cayó
justo con el boom de Spotify, Amazon Music y hasta Youtube, Taringa Comunidades
(el primer lugar donde se “monetizaban” los contenidos), sólo quedaban los
usuarios de la época del boom pirata y los casi nuevos de cuando se convirtió
en red social. Una cueva nerd con su propio lenguaje escrito y visual, casi
como cuando empezó. Y la cuenta regresiva para la implosión ya había comenzado.
A principios de marzo, aparece una publicación oficial de Taringa, anunciando su cierre definitivo el 24 de marzo de 2024, casi 20 años después de su nacimiento y a solo uno del lanzamiento de la app monetizadora (o cryptozadora). Ese escrito, claramente no redactado por sus actuales dueños, era una mezcla de bronca, berrinche y confusión, con frases como “Los motivos, son tan simples, como difíciles de aceptar.”, “un espacio de libertad donde se pueda monetizar el contenido” (algo dudoso sabiendo que los “moderadores”, si les caías mal por cualquier razón, no dudaban hasta de borrar tu cuenta) o la más contundente, “Me guardo el bardo que tengo adentro, ya lo sacaré después.” Para el mediodía del 25 de marzo, tras varias vueltas que te daba el sistema Cloudfront para entrar a la página, veías dos lápidas dibujadas de Taringa web y Taringa app, que cambiaban sus epitafios al refrescar la página, con frases que, muchas de ellas, solo las conocían los fieles al foro. Todo el contenido de lo que fue Taringa, fotos, publicaciones, memes y "crap" (contenido basura para molestar) fue borrado para siempre por los responsables de esa web.
HOLA, SOY DIEGO Y
FUI TARINGUERO
Mi usuario en Taringa era nouseslalogica y tenía un Bob Esponja movedizo en el
avatar (entiendan, era 2006 y yo muy joven). Publiqué un par de cosas, una de ellas me disparó al nivel New Full
User, pero el navegar por lo que me interesaba, era como pisar huevos todo el
tiempo. Había que cuidarse que un moderador o algún amigo del moderador no le
guste algo y te “castigue”. Me dieron como en bolsa cuando publiqué la historia
de las FM, artículo del cual soy autor en mi web y lo dije en la publicación.
Mínimo, me tildaron de ladrón de artículos. Estaba empezando el “baneo” (la
prohibición, la cancelación) como un folclore clásico de Taringa. Ni siquiera
había una recompensa que valiera la pena, salvo la hinchazón del ego con cada
decena de puntos que te regalaba un usuario. Y cuando lo quisieron hacer, lo
hicieron con la aún dudosa divisa que son las crypto, más en tiempos donde
todavía resuena el caso de Leonardo Cositorto, que con su emprendimiento
Generación Zoe estafó a miles de personas por millones de dólares con una
inversión en su criptomoneda, Zoe Cash, y hoy está preso en Córdoba, esperando
el juicio que lo condene.
Remedio y enfermedad a la vez. En el intento de monetizar con cryptos las publicaciones de Taringa, también había promociones. Los USDRIF eran las criptomonedas del último dueño de la plataforma. Ya con el uso del verbo "referir" tenía olor a esquema Ponzi. Y la gente no compró. Bastante tuvo con estafas gigantes como la brasileña Pay Diamond o la argentina Zoe. Fue así que en sus últimos días, Taringa siguió como lo que era y todo este emprendimiento económico quedó en la nada.
EL DOLOR DE YA NO
SER
Uno de los errores de Taringa fue no construir fidelidad con el usuario común
de Internet. Ya la de los taringueros viejos, que están todo el día escribiendo
código y se meten en un foro a distenderse, estaba asegurado, aunque fueran
diez o veinte. Taringa llegó tarde a todo y no supo aprovechar la fama que
cosechó en la primera década del siglo, aunque fuese a base de difundir
piratería. No puso el freno a tiempo, no se innovó a tiempo y el miedo de las
demandas sobrevoló hasta el último minuto, cuando los pocos usuarios que ya le
quedaban, aprovechaban las últimas horas de Taringa para hacer destrozos,
despedirse emotivamente o poner alguna foto censurable para que le borren su
cuenta. Foto que podría ir tranquilamente en Poringa, la versión para adultos
del foro, que también habrá quedado vetusta con los cambios de preferencias al
ver cosas en modo incógnito.
Cuánto tiempo más llevará. Tras el cierre, un
usuario panameño creó TaringaX, una plataforma casi idéntica al Taringa
original, pero que es un reflejo de la escasa popularidad que tuvo el foro en
sus últimos años. A poco más de un día de la desaparición de Taringa, apenas
tenía 10 usuarios. También apareció TaringaInfo, otro emulador del original que, a diferencia del Taringa post-demandas, permite descargas.
En un artículo publicado por el diario español de actual tendencia “woke” El País, Matías Botbol, quien al igual que su hermano, viven en USA y siendo casi vecinos de Cypher, dijo una frase que terminó siendo el titular de la entrevista que le hicieron: “Nuestro problema fue no explicarle a la gente lo que esta web era realmente”. Matías, erróneamente catalogado como “fundador” de Taringa en ese artículo, no aclaró qué gente era a la que había que explicarle un foro de discusión administrado y usado por gente del palo de la informática, que se hizo famoso por permitir la difusión de la piratería, que por ello frenó todo y se convirtió en red social, que no le fue bien con recompensar artículos famosos con criptomonedas y que por esas cosas del destino no cerró el changarro antes. Taringa fue un lugar nerd para nerds, lo cual no es nada malo, pero la popularidad que tuvo (hasta un libro sacaron, sólo faltaba una película o una serie en Netflix) desfiguró esa percepción de lo que fue en un principio. Así como “The Big Bang Theory” acercó al mundo “normal” lo que es el mundo nerd, Taringa hizo que todos seamos un poco ellos, aunque ya a lo último su slang sea cada vez menos entendible.
Dos instantes de la vida. El primero, cuando comenzó el último día de vida de Taringa. El de al lado, cuando todos pensaban que su apagón final iba a ser a las 12 AM de Argentina. Terminó siendo doce horas después, como para que se despidan como corresponde los trasnochadores.
Taringa ya es historia. Para foros, ya están Reddit y Disqus. Para redes sociales, las que conocemos. Terminó siendo tan obsoleto como todo lo que fue hace horas. No pudo, no quiso, no supo o no se le cruzó el actualizarse realmente y cuando lo quiso hacer, le fue mal. Hubieran funcionado esos cambios con otro nombre, otra imagen, otro entorno, y dejar la marca Taringa en su origen. Así y todo, seguramente en alguna madrugada, algún pibe de sistemas está pergeñando el futuro de nuestra manera de comunicar, compartir y hasta vivir, que tendremos en los próximos 20 años. Eso es inteligencia. El futuro determinará si es o no colectiva.
El canal de Youtube CheJuanse hizo un extenso y bien producido reportaje sobre Taringa, donde cuenta su historia, sus momentos en la cúspide, su cerrado slang y hasta tiene una entrevista a uno de sus segundos propietarios.