VIVIR SOLO CUESTA VIDAS: la tragedia evitable del Indio Solari en Olavarría
Antes de empezar compartiendo este punto de vista, quisiera aclarar algunos puntos antes. Uno de ellos es resaltar que todo lo que pasó fue evitable, que pasó porque nuestra idiosincrasia en gran parte lo permite y que a veces, por querer conservar una mística que con los tiempos que corren se vuelve vetusta, termina siendo un arma de doble filo.
¿Qué quiero decir con esto? Que muchas veces las producciones "independientes", por así decirlo, pecan de la soberbia de romper con todas las estructuras convencionales. Sin embargo, una cosa es romperlas y otra cosa es directamente no usarlas. En el caso de Carlos Alberto "Indio" Solari, con su aire mezcla de gurú, monje tibetano que sólo aparece una vez al año y espíritu paternalista a toda una nueva generación que descubrió su música a través de sus padres, creyó, intuímos que ingenuamente, que alcanzaba con decirles a sus fieles seguidores que "si van, que se cuiden" o comiéndoles un poco la cabeza con un "hay fuerzas oscuras que no quieren que la pasemos bien", sin aclarar quién y bajo la pluma escrita de un periodista amigo, Marcelo Figueras, el mismo que hace la parte cantada de "Fue amor", el hit noventoso del rapper Jazzy Mel y que en algun momento estuvieron muy peleados en las épocas de la revista Cerdos & Peces, donde cada tanto escribía el cantante una columna literaria diciéndole de todo menos lindo al otrora periodista de rock.
Se podría hablar mucho de lo que ha dejado en nuestro rock el cantante y compositor en cuestión, tanto en su corta carrera solista (respecto a sus grabaciones) como con el grupo Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota, nombre que sus fans y la prensa complaciente decidió acortarlo al familiar "Los Redondos". Se podría hablar del misterio de esta banda que nunca filmaba sus actuaciones y que sus cassettes eran grabados ilegalmente para ser vendidos en el Parque Rivadavia. Se podría hablar también que a través de la "autogestión" editaron sus discos y que evitaron como sea su difusión en los medios masivos, camino que siguió en gran parte La Renga hasta firmar con una multinacional y sólo cobrar por tocar.
Pero aquí nos detenemos. Este mito, primero llamado Patricio Rey y luego el Indio como solista, terminó siendo insostenible frente a la realidad. Sólo salían en los medios masivos no por su performance en el escenario, sino por los escándalos que se suscitaban antes, durante y después de cada concierto (cada vez más) masivo que hacían, con fans cada día más fundamentalistas, y no "del aire acondicionado" como se llama la banda que apoya al cantante. La ineptitud para organizar eventos más y más multitudinarios terminó siendo una marca registrada para los que alguna vez estuvieron (y aún hoy siguen) estando orgullosos de su "independencia" de las corporaciones musicales. Nadie puede construír una "mística" y un "mito" sin buenos albañiles que organicen todo como corresponde. Como ya mencioné, la realidad termina chocando fuerte con la fantasía. Hoy, 2017, nos encontramos con fans del grupo y su cantante demasiado diferentes a cuando recién empezaban a mediados de los '80s. No eran esos seres misteriosos y poetas que salían a la noche a grafittear las paredes en estado romántico. Hoy son pibes que no pasan los 25 años, de remera, bermudas y flequillo, que se enorgullecen de hacer angelitos en el barro, mientras gritan "vamo' lo redó" y los filman para subir a las redes. No es generalizar. La mayoría de los fans del Indio Solari son así.
Y una cosa lleva a la otra. Lo que hay que destacar del "Mister", como lo llama su hoy amigo Figueras, es cómo supo mantener el misterio de su vida fuera de todo mediatismo. Algo que podría ser coronado como algo artísticamente perfecto si no fuera por el descontrol evitable que sucede cada vez más en sus conciertos. Y aunque no estemos de acuerdo, esto es una estrategia comercial, sí, de alguien que aparentemente no estudio en algun establecimiento convencional algo así. Conservo el mito, el misterio, la mística, dando un concierto masivo una vez al año, en un lugar descampado (para acrecentar el misterio), con un único valor de entrada (eso, como lo escribió un periodista admirador del cantante en Infobae, hace que todos seamos socialmente iguales ante el ídolo musical). Nadie se puede negar a esa tentación, a ser los fieles de la "misa ricotera" como lo supieron bautizar los que construyen la no-imagen del Indio, también creadores de "el pogo más grande del mundo", cuando canta una canción del segundo disco de la banda, editado allá por 1986.
Pero el Indio, de una forma u otra, termina aceptando la "manita de puerco" que le hacen sus propios fans, como también leí en Infobae, donde otro periodista testigo del concierto de Olavarría dijo: "cantamos unas, puteamos otras que no nos gustan". Y ahí lo vemos al sacerdote de la misa, cantando solamente lo de la época dorada de Los Redonditos de Ricota, obviando prácticamente toda su obra solista, que nunca pudo meter un hit ni siquiera en la Mega, la única FM que pasa rock argentino a cada hora pero con formato y estilo de locutores de 40 Principales. Esa claudicación se vio reflejada desde la puerta de entrada, donde nadie estaba dispuesto a cortarle su ticket de acceso a una muchedumbre que empujaba para no tanto colarse porque ya habían comprado su entrada, sino para que los desmanes no empiecen desde la puerta.
Se estimaban 200 mil personas. Ese era el máximo que autorizó la municipalidad de Olavarría, ciudad casi en el centro de la provincia de Buenos Aires que depende de su producción cementera, ganadera y agrícola. Nadie se explica por qué aceptaron que vengan 200 mil personas en una ciudad con casi 112 mil de población. Lo peor es que terminaron llegando 100 mil personas más. Y lo que se recaudó es inimaginable para un concierto incluso para uno masivo en Buenos Aires. Se estimó unos 10 millones de dólares sólo de entradas al concierto. Nada de eso fue para un plan de contingencia serio, ni de parte de la organización del recital ni de parte del municipio. A ninguno le sirve decir que "todo se nos fue de las manos".
Yo hace poco menos de un año estoy trabajando en una empresa de protección civil, tal como se le conoce en México a la defensa civil, con todo lo que concierne al tema. Se me complicó un poco seguir la noticia el día de hoy porque tenía que armar mi programa de radio que va en vivo, así que seguramente mañana me encontraré con gente especializada que me comentará más objetivamente esta tragedia, que terminó con tres personas muertas, cientos de desaparecidos y miles de heridos. Pero en la poca experiencia que tengo y con sólo mirar cómo terminó todo (o empezó, no importa la ubicación), muchos vamos a coincidir que esto era evitable.
Hay muchos factores. Uno, la idea que en un concierto termino juntando a todo un público, ignorando que son tan seguidores que, si armás tres fechas, van a ir a las tres, y más si vienen de lejos, invirtiendo mucho dinero en combis, entrada, comida, hotel o carpa, e incluso arriesgando sus puestos laborales por seguir a su ídolo. Otro, el factor salud. Carlos Alberto Solari, aunque lo disimuló muy bien en su corta performance de ayer, está delicado de salud, con un Parkinson cada vez más fuerte y las consecuencias naturales de la edad. No se puede dar el lujo de hacer una serie de conciertos para que todos lo puedan ver. Eso hace que sólo haga uno al año, no sólo para alimentar la ansiedad de sus fans, sino porque no puede hacer más de uno.
En este video publicado por Infobae se ve cómo los micros que prometió la intendencia de Olavarría para desconcentrar a la gente, terminaron siendo los camiones del corralón municipal.
¿Contingencia? ¿Programa interno? ¿Qué es eso?
Volvamos al factor "un día solo". La infraestructura para un evento tan masivo se puede organizar en dos días más. La bendición municipal ya la tienen, la seguridad queda mejor organizada rotándose los elementos... Pero se chocan con una gran pared: su público, que no le gusta la autoridad ni los gobiernos (salvo que sean bendecidos por el cantante) y mucho menos que los cacheen y les digan en qué fila formarse. Eso hizo que en el gigantesco recinto entre de todo. Cientos de testigos hablan de la cantidad de droga y alcohol que circulaba libremente y delante de familias enteras que iban a ver el recital.
En el tema de la protección civil, un plan interno es necesario desde un autoservicio de barrio hasta eventos masivos como éste, sean gratuitos o no. Aquí en México es por ley, es obligatorio que se haga, no importa si el lugar es una fábrica, una empresa, un complejo de edificios o un campo de crianza de ganado. Que se haga o no depende de quien lo tenga que hacer, pero que lo tiene que hacer, es por ley. El "quedamos desbordados" es una frase que debería prohibirse aquí, en Olavarría y en todo el mundo. Es fácil tirarle el fardo al que viene porque no supiste plantear una contingencia como debe de ser.
Hay una canción de Alphaville, quizá la más conocida de ellos, "Forever young", que en una frase dice "deseando lo mejor pero esperando lo peor". Acá y en casi todas partes estamos esperando que pasen las desgracias para después rasgarnos las vestiduras y taparnos la herida que ya a esta altura se gangrenó. Repito: se recaudó un promedio de 10 millones de dólares en el concierto. Un buen programa interno, un inmejorable plan de contingencia, según especialistas internacionales, cuesta casi la décima parte de lo que se recaudó. Podrá diferir el precio, pero que se puede hacer bien, se puede.
Lo digo con toda la buena onda del mundo. Que alguien le diga al Indio Solari que no alcanza con decir que nos cuidemos solos. Ya con el hecho de gritar "¿dónde está Defensa Civil?" alcanzó para que todos nos demos cuenta el lamentable desmadre que terminó siendo su "misa".
Y parafraseando a Serrat, nunca es triste la verdad. Lo que tiene es solución.