Ninguno de nosotros puede negar la inmediatez de Internet para informar, pero la masividad de la televisión es realmente impredecible. Ningún simpatizante, militante o fanático del kirchnerismo hubiera sabido cuál es el nombre del CEO del Grupo Clarín si no fuera por el aceitado aparato propagandístico con núcleo en los medios del Estado. Ningún detractor de las políticas gubernamentales le hubiera conocido siquiera la cara al testaferro del mismísimo Vicepresidente argentino de no ser por los informes periodísticos de "la corpo".
La gente elige cómo informarse. Eso es desde que el mundo comunicacional es el mundo comunicacional. Pero desde meses antes de nuestro Bicentenario la cosa se puso bastante fea cuando la gente, previa concientización marcada en lo emocional y su actual desición de ideas, empezó a cuestionar quiénes informaban, máxime cuando eran esos mismos que años atrás eran los verdaderos referentes informativos para esa gente. Es decir, con un ejemplo, aquellas personas que prendían su tele y tenían a TN como canal de noticias de culto, ahora miran el noticiero de la TV Pública y ponen TN para putear y descargarse un rato. Eso, ayudados por los productos autorreferenciales de la televisión generados por Diego Gvirtz, el creador de TVR y Duro de Domar, otroras programas que han tenido hasta clubes de fans mucho antes de la explosión de facebook como red social, y que ahora sirven de argumentos "contundentes" para refutar todo informe elaborado desde las antípodas del dinero del erario público.
Pero la razón de este artículo es el poder que tiene la TV como medio masivo, algo hartamente estudiado en facultades y escuelas secundarias, en muchos casos no reflejando todo lo que se debiera y resumido como "pongo que la tele es mala acá en este trabajo práctico pero llego a casa y la prendo", más que aún resuenan los ecos de los debates que no fueron por una Ley de Medios que de tan polémica en algunos artículos, no puede implementarse completamente.
Luis Gasulla, periodista de uno de los portales informativos de mayor crecimiento en los últimos años en materia de lectores, Tribuna de Periodistas, escribió un muy interesante artículo sobre cómo uno puede hacer un brillante informe e investigación, pero si no pasa por la masividad de la tele, literalmente no existe.
Y menciona dos investigaciones que resultaron decisivas para la opinión general al momento de mostrarse en la tele, pero que tuvieron su origen en dos portales de noticias relativamente menores a comparación de los generados por grandes grupos mediáticos, sean privados, estatales o paraoficiales.
Y el paradigma de ese boom lo dio el más claro ejemplo mundial y el primero conocido de periodismo de investigación: "Cuando en Estados Unidos estalló el caso Watergate ocurrió lo siguiente. La investigación había sido llevada a cabo por dos periodistas del Washington Post, Carl Bernstein y Bob Woodward, y el escándalo, lógicamente, fue publicado por el prestigiosísimo periódico, pero se hizo realmente conocido y de público conocimiento cuando lo emitió el programa de periodismo de investigación "60 minutes" un año más tarde." Muchos ya saben cómo terminó ese escándalo, con la renuncia del mismísimo presidente de una de las potencias mundiales.
Como en las mejores épocas de Telenoche Investiga, el contundente programa de Canal 13 que sorprendió a propios y ajenos con el uso de la cámara oculta, el periodismo de investigación, adormilado en estos últimos tiempos en programas de poquísima audiencia y relegados a horarios imposibles en el cable, vuelve a tener su primavera.
Con impensados números de rating, en medio de la comodidad de "verlo después", ya sea subido a sitios oficiales o no oficiales como Youtube, confirma algo que no cambió con el tiempo: la gente quiere enterarse de todo en el momento que pasa. Algo que hasta sucedía con los realitys, cuando estaban de moda en Argentina a principios del 2000. Expedición Robinson, el Survivor vernáculo, superó todos los récords de audiencia con la expectativa de quién iba a pasar a la final, aún sabiendo que ese programa estaba previamente grabado y editado. Hoy, con la masificación de las redes sociales ese "misterio" estaría permanentemente en peligro por si a alguien se le "escapa" decir quién ganó. De ahí que el formato resulte previsible y sólo haya sobrevivido Gran Hermano más por su propensión al escándalo permanente que por la aptitud de sus concursantes. A nadie ya le importa quién gane. Mientras hagan bardo, estén buenos/buenas y nos entretengan, todo bien. Un claro ejemplo en México es La Isla, que empieza su segunda temporada en Azteca 7, cuya audiencia no llega ni a la mitad de lo que absorben las aún más previsibles novelas del monstruo Televisa.
Pero esto, relativamente, es distinto. Es periodismo. Según como quien lo mire, cuestionable o no. Pero no sería periodismo si no fuera cuestionable.
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